No document available.
Abstract :
[es] Se le ha atribuido a Ferdinand de Saussure (1857-1913), a lo largo del siglo XX, la responsabilidad de más de una “revolución” [sobre la de los anagramas, ver Prosdocimi1894, p. 233]. Célebre en su época gracias a sus trabajos sobre el vocalismo indo-europeo (Saussure, 1879), cuyo estudio, precisamente, habría contribuido a revolucionar (Béguelin, 2003), Saussure alcanzó una difusión masiva póstumamente. El Cours de linguistique générale (1916) es así considerado por la tradición como el punto de inflexión que revolucionó (una vez más) las ciencias del lenguaje, al asumir y/o permitir un cambio de enfoque radical: el objeto de la lingüística sería no ya (o no ya solamente) la historia y la evolución de las lenguas, sino también (y sobre todo) la lengua en tanto sistema autónomo de signos (Saussure, 1916) cuya función esencial es la comunicación. Acentuando la importancia de este gesto, se erigió a Saussure en “fundador” no solamente de una escuela – el estructuralismo europeo – sino también, y más generalmente, de la lingüística moderna (cf. Culler, 1986, p. 15 ; Lyons, 1968, p. 38 ; Calvet, 1995, p. 507).
El descubrimiento en 1996 de un nuevo fondo de manuscritos, parcialmente publicado en 2002 en los Écrits de linguistique générale, proporcionó a algunos lingüistas la ocasión de postular una nueva revolución: los manuscritos de Saussure, desenterrados un siglo después de haber sido escritos, contendrían potencial suficiente para conmocionar y restructurar (“bouleverser”) no sólo la lingüística contemporánea (Bouquet, 2004; Rastier, 2009), sino también las bases de la metafísica occidental (cf. Rastier, 2009).
El propósito de este trabajo es el de revisar críticamente (si no de desactivar) los argumentos subyacentes a tal posición, para intentar de ese modo establecer cuáles son los criterios (¿biográficos, históricos, teóricos, filológicos?) que la sostienen.
Intentaremos mostrar, en particular, que la apreciación de la importancia de un fondo de manuscritos científicos, como lo son en gran medida los de Saussure, no puede prescindir de una aproximación histórica, cuya carencia es evidente, justamente, en gran parte de los partidarios saussureanos (incluidos Rastier y Bouquet) de una nueva (o potencial) “revolución”.